lunes, 24 de septiembre de 2007

Jorge Julio López

A un año de la desaparición de Julio López no hay pista firme que permita saber qué pasó con el testigo clave del juicio que condenó al ex comisario Miguel Etchecolatz por crímenes de lesa humanidad.




“El caso puso en movimiento una de las piezas que todavía están de aquellas épocas y que desapareció a 30.000 personas. Creo que es una cosa simbólica bien hecha, porque esto pone en aprietos a muchísimas otras personas que quisieran atestiguar. El intento de recuperación del miedo anónimo que se tuvo en esa época es el triunfo de las manos represoras. Es la exacta reproducción de eso del pasado, esa extraña entidad del ni vivo ni muerto. Nunca lo sabrás, eso repercute mucho en el imaginario social de los que quieren atestiguar contra el Nunca Más. Por eso digo que el secuestro de Julio López está bien pensado en la medida en que lo tornó un cuerpo sin entidad, un cuerpo que no está, es lo terrorífico de la dictadura, que se busca lo que no está. La de López debería sumarse a los desaparecidos de hoy: ese sector no existente, el que está por fuera de las estadísticas, es otra categoría en la que no hay que dejar de poner el mismo énfasis que en ésos. No creo que el Gobierno no haga los esfuerzos, dicen que no se mueve: sí se mueve, pero no es fácil. El aparato represor no es sólo aquel que repite los secuestros, los torturadores de mano dura, sino una mano ejecutiva pensante que es inteligente y está entre nosotros”.

Eduardo “Tato” Pavlovsky, dramaturgo y psicoanalista

Extraído del diario Página/12

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